La capital de Nicaragua comenzó a retornar a la normalidad, mientras la ciudadanía reinicia sus actividades cotidianas y la gran mayoría de centros de trabajo, de servicios y comercios abrieron sus puertas.

Desde el pasado miércoles se desató una ola de violencia en varias ciudades del país protagonizada por criminales azuzados por las manipulaciones políticas de la derecha en contra de nuevas reformas al seguro social, de acuerdo con denuncias.


Las tensiones llegaron a tal punto, que las autoridades reportaron el asesinato de al menos 10 personas, entre ellas adolescentes, jóvenes, civiles, policías y un periodista, mientras otras fuentes, aún no confirmadas, cifran en una veintena las pérdidas de vida.

Frente a esta situación el presidente de la República, Daniel Ortega, compareció ante su pueblo y anunció la derogación de las reformas que dieron inicio a las protestas, las cuales, según el gobierno, fueron infiltradas por elementos criminales y desestabilizadores.

El jefe de Estado sostuvo que se adoptó esa decisión con el fin de facilitar la discusión y el diálogo para restablecer la paz en el país.

Por otra parte, Ortega reconoció el derecho de la minoría a criticar, pero no a conspirar para destruir, promover la violencia y peor aún buscar en Estados Unidos a los grupos políticos más extremistas y racistas para que financien planes de desestabilización.